La Habana – Cuba ya cruzó la mitad de abril y, pese a los nuevos parques solares instalados con bombo y platillo, la crisis energética sigue siendo parte del paisaje cotidiano. Los apagones no han desaparecido; por el contrario, se mantienen, se alargan y se adaptan como un huésped incómodo que nadie invitó, pero todos esperan.
El Sistema Eléctrico Nacional (SEN), debilitado por años de mal manejo, falta de mantenimiento y escasez de combustible, continúa mostrando signos de colapso intermitente. Aunque las cifras oficiales celebran ligeros repuntes en la generación, la realidad del cubano común sigue marcada por horas sin electricidad.
Y en medio de esa oscuridad, los nuevos parques fotovoltaicos intentan brillar. De los 92 que el Gobierno ha prometido construir, apenas ocho están en funcionamiento, aportando en conjunto unos 174,4 MW de potencia instalada. A pesar del sol generoso de la Isla, el efecto de estas instalaciones sigue siendo mínimo ante un déficit diario que puede superar los 1000 MW.
La razón no es solo técnica, sino lógica: los parques solares producen únicamente durante el día —y no durante todo el día—. Según explicó el director general de Electricidad, Lázaro Guerra, la producción máxima se concentra entre las 11:00 a.m. y las 3:00 p.m. Fuera de ese rango horario, la generación cae drásticamente. Sin baterías ni sistemas de almacenamiento, lo que se genera, se consume al momento… o se pierde.
Entonces, ¿pueden estos parques por sí solos salvar al SEN? Por ahora, no. Su contribución alivia parcialmente las afectaciones en ciertas franjas horarias, pero no representan una solución estructural. Y mucho menos nocturna.
El plan oficial habla de instalar al menos 50 parques más este año, superando los 1000 MW de potencia total. Pero para que eso se traduzca en una diferencia real, no basta con el montaje. Se necesita asegurar la operación, el mantenimiento, la eficiencia… y, sobre todo, una infraestructura que integre esa energía al SEN de forma efectiva, algo que hoy no está garantizado.
Por si fuera poco, el resto del sistema sigue fallando: unidades térmicas fuera de servicio, plantas paralizadas por falta de combustible, y más de 90 centrales de generación distribuida detenidas esta misma semana. El panorama no invita al optimismo.
En resumen, los parques solares son una pieza importante, pero no la salvación milagrosa que algunos quisieran imaginar. Como ocurre a menudo en Cuba, las promesas energéticas se enredan con la retórica y acaban chocando contra una realidad mucho más terca. Y mientras tanto, la población sigue esperando, velita en mano, la tan anunciada “mejoría que no se ve”.